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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

jueves, 17 de junio de 2010

DEBEMOS TOMAR AL DIABLO MUY EN SERIO


Por Profesor de Santantoni

Por su acción contra el hombre «debemos tomar al demonio muy en serio», pero sin olvidar en nuestro camino la confianza en el amor de Dios –un amor «más fuerte que todo»–, cuya misericordia «vence todo obstáculo», explica el cardenal Georges-Joseph Marie Martin Cottier, O.P., teólogo de la Casa Pontificia.

En esta entrevista a la agencia Zenit, el cardenal Cottier aborda la acción real del demonio en el mundo, sus causas, sus consecuencias y el motivo de esperanza para el hombre.

–¿En el gran misterio del mal, cuánto cuenta la acción del diablo y qué parte tiene en cambio la responsabilidad del hombre?

–Cardenal Cottier: El diablo es sin más ni más el gran seductor porque intenta llevar al hombre al pecado presentando el mal como el bien. Pero la caída lleva nuestra responsabilidad porque la conciencia tiene capacidad de distinguir lo que es bueno de lo que es malo.

–¿Por qué el diablo quiere inducir al hombre al pecado?

–Cardenal Cottier: Por envidia y celos. El diablo quiere arrastrar consigo al hombre porque él mismo es un ángel caído. La caída del primer hombre estuvo precedida por la caída de los ángeles.

–¿Es una herejía afirmar que también el diablo forma parte del proyecto de Dios?

–Cardenal Cottier: Satanás fue creado por Dios como ángel bueno porque Dios no crea el mal. Todo lo que sale de la mano creadora de Dios es bueno. Si el demonio se ha convertido en malo es por su culpa. Es él quien haciendo mal uso de su libertad se ha hecho malo.

–¿Habrá alguna vez redención para el demonio, como afirma algún teólogo?

–Cardenal Cottier: Planteemos una premisa: el hombre ha caído en el pecado porque el primer pecador, o sea el demonio, le ha arrastrado a su abismo de mal. ¿De qué se trata en sustancia? Del rechazo de Dios y, sobre todo, de la oposición al Reino de Dios como proyecto de providencia sobre el mundo. Este rechazo que nace de la libertad de una criatura del todo espiritual como el diablo es un rechazo total, irremediable y radical, como se dice también en el catecismo de la Iglesia católica.

–¿Entonces, ninguna esperanza de que al final la misericordia de Dios pueda vencer el odio del diablo?

–Cardenal Cottier: El carácter perfecto de la libertad del ángel caído hace que su elección sea definitiva. Esto no significa poner un límite a la misericordia de Dios, que es infinita. El límite está constituido por el uso que el diablo hace de la libertad. Es él quien impide a Dios cancelar su pecado.

–¿Por qué el diablo, que es espíritu inteligentísimo, usa de esta manera esa libertad, que es en cualquier caso siempre un don de Dios?

–Cardenal Cottier: Aquí estamos ante el misterio. El misterio del mal es ante todo el misterio del pecado. Somos golpeados, justamente, por los males físicos, pero existe un mal mucho más radical y más triste que es el mal del pecado. El diablo se ha establecido en su rechazo. Además el pecado del ángel es siempre más grave que el del hombre. El hombre tiene tantas debilidades en sí que de alguna manera su responsabilidad puede resultar velada; el ángel, siendo espíritu purísimo, no tiene excusas cuando elige el mal. El pecado del ángel es una elección tremenda.

–Parece imposible que un ángel creado en la luz de Dios haya podido elegir el mal…

–Cardenal Cottier: Cuando hablamos de un ángel caído a causa del pecado afrontamos un tema muy grave y por lo tanto debemos tratarlo con gran seriedad. En la tentación del hombre tenemos casi un reflejo de lo que fue el pecado mismo del ángel. He aquí la seducción suprema: ponerse en el lugar de Dios. Incluso Satanás no reconoció su condición de criatura.

–¿Por qué el demonio es llamado príncipe de este mundo?

–Cardenal Cottier: Es una expresión del Evangelio de Juan. Significa que el mundo, cuando olvida a Dios, es dominado por el pecado. La acción del demonio está guiada por el odio hacia Dios y puede hacer graves daños cuando seguimos sus tentaciones. El mal principal del demonio es el mal espiritual, el del pecado. Esta acción toca tanto al individuo como a la sociedad.

–¿Dios no habría podido impedir todo esto?

–Cardenal Cottier: Sí, pero ha permitido que tanto el demonio como el hombre tuvieran la libertad de actuar y, a veces, de pecar. Es un misterio tremendo. San Pablo dice: «Todo es para bien de los que aman a Dios». Cuando por lo tanto estamos con Dios, incluso el mal contribuye a nuestro bien.

–Difícil de aceptar…

–Cardenal Cottier: Pensemos en los mártires. En el extraordinario bien espiritual que, a la luz de la fe, se deriva de una tragedia como un martirio. San Agustín, comentando a Pablo, dice: «Dios no habría permitido el mal si no hubiera querido hacer de este mal un bien mayor». Hay bienes que la humanidad no habría conocido si no hubiera estado la presencia del pecado y del mal. Es difícil afirmar esto, pero es la verdad.

–¿Cómo actúa el diablo en la realidad de todos los días?

–Cardenal Cottier: Lo podemos comprender por algunas expresiones del Evangelio de Juan, allí donde se dice que el demonio es homicida desde el principio. O sea, es destructor y hace morir, tanto en sentido propio como espiritualmente. Por esto es llamado el gran tentador.

–¿Nos referimos al diablo cuando en el «Padre Nuestro» decimos «no nos dejes caer en tentación»?

–Cardenal Cottier: Sí, pedimos a Dios resistir la tentación. Es erróneo pensar que toda tentación venga del demonio, pero las más fuertes y más sutiles, las más espirituales, tienen ciertamente su impronta. Y son tanto tentaciones individuales como colectivas. El demonio actúa sobre la historia humana. Su influencia es negativa. La muerte, el pecado, la mentira son signos de su presencia en el mundo.

–Dice que no todas las tentaciones vienen del demonio. ¿De qué otra cosa debemos guardarnos entonces?

–Cardenal Cottier: La tradición cristiana nos dice que las fuentes de tentaciones son tres. La más terrible, cierto, es la del demonio. Después está el mundo, la sociedad, los «otros» en la acepción joánica. Y finalmente está la «carne», esto es, nosotros mismos. San Juan de la Cruz dice que de estas tres tentaciones la más peligrosa es la última, o sea nosotros mismos. Para cada uno de nosotros el enemigo más pérfido es uno mismo. Antes de atribuir las tentaciones al demonio y al mundo, pensemos en nosotros mismos. Aquí encontramos también la importancia de la humildad y del discernimiento. El Espíritu Santo nos da el don del discernimiento y nos preserva de la soberbia de confiar demasiado en nosotros mismos.

–¿Cuál es la actitud más correcta que el cristiano debería observar frente al misterio del maligno?

–Cardenal Cottier: No olvidar jamás que la pasión y la muerte de Jesús han triunfado para siempre sobre el demonio. Esto es una certeza. Lo dice San Pablo. La fe es la victoria sobre el padre del pecado y de la mentira. Esto quiere decir que el demonio, siendo una criatura, no tiene un poder infinito. A pesar de todos sus esfuerzos el demonio nunca podrá impedir la edificación del Reino de Dios, que crece pese a todas las persecuciones. El cristiano, gracias a la fidelidad en la fe, vence el mal.

–En conclusión…

–Cardenal Cottier: Debemos tomar al demonio muy en serio, pero no debemos pensar que sea omnipotente. Hay gente que tiene un miedo irracional al demonio. La confianza cristiana, que se alimenta de oración, humildad y penitencia, debe ser sobre todo confianza en el amor del Padre. Y este amor es más fuerte que todo. Debemos tener conocimiento de que la misericordia de Dios es tan grande como para vencer todo obstáculo.

EL METODO LITERAL Y SUS VENTAJAS



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Prefiero hacerme de enemigos para seguir siendo amigo de Dios».

El método literal se define como:

«el método de interpretación que da a cada palabra el mismo significado básico y exacto que se le daría en su uso normal, ordinario, acostumbrado, bien sea empleado en escrito, al hablar o al pensar. Se le denomina método gramático-histórico para hacer hincapié en el hecho de que el significado debe determinarse tanto por sus consideraciones gramaticales como históricas».

Hay poderosos argumentos que demuestran que el método literal es el más indicado para la interpretación bíblica. Bernard Ramm nos los simplifica como sigue:

«Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas».

«Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen para su propia [existencia], del significado literal de los términos».

«Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente».

«Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino, que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido».

«Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro para las imaginaciones del hombre».

«Que este método es el úncio cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el espíritu santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el espíritu santo uso el lenguaje y las uniades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo».

Teniendo en cuenta esta [definción], se comprenderá que las cuestiones espirituales auténticas tendrán como producto un significado literal para que puedan consolidarse como tales. La Biblia está saturada de simbolismos y de figuras literarias que auxilian al estudiante serio a entender mucho mejor el mensaje de Dios en su Palabra. Cuando se alegorizan las figuras literarias y los símbolos hallados en la Biblia se pierde el significado correcto de lo que Dios desea trasmitir. Si somos atentos, en el libro de Apocalipsis el ángel celestial descifra él mismo los símbolos llana y objetivamente para que sean entendidos de modo fácil. Para esto, mírese para que no le quepa la menor duda al amable lector Ap. 1:20; 11:8; 12:9; 17:12, 15.
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La efectividad del simbolismo se hace manifiesta cuando la interpretación se efectúa literalmente y no simbólicamente, porque de ser de esta última manera el mensaje permanecerá en su totalidad nublado y confuso. En en libro de Apocalipsis se utilizan números para esclarecer un misterio. En éste libro de revelaciones del porvenir encontramos los números 2, 3, 3½, 4, 5, 6, 7, 10, 12, 24, 42, 144, 666, 1000, 1260, 1600, 7000, 12000, 100.000, y 200.000. El significado de dichos números se expone con literalidad. No es posible alegorizarlos, al menos de que exista una indiscutible y evidente razón para tomar otro camino interpretativo. Hay reglas precisas para el caso.

Habrá de tenerse en mente que la interpretación bíblica se realizará de acuerdo al ambiente literario, histórico, cultural y teológico de lo que se intenta o desea [interpretar]. Por ejemplo: el libro de Apocalipsis está destinado a «las siete iglesias de Asia» que aparecen simbolizadas por «siete candeleros». «Los ángeles» o mensajeros humanos que presiden estas iglesias, lo están por «siete estrellas». Son «siete mil personas» las que mueren en el terremoto de Ap. 11:3. Son «dos testigos» los que profetizarán por «1260 días», es decir, por «tres años y medio» de los «siete» que componen la gran tribulación final. Estos tres años y medio es «el tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» que Juan menciona en Ap.12:14, los «42 meses» de Ap. 13:4 (véase además Dn. 7:25). En el libro de Daniel la gran tribulación escatológica corresponde a la «septuagésima semana» o última semana de las «setenta» profetizadas por el ángel (Dn. 9:24-27). El anticristo final romperá con el pacto hecho con Israel en los últimos tres años y medio de la gran tribulación, es decir, en la «mitad de la septuagésima semana» (mírese para esto Dn. 9:27). «La bestia (que representa en esta figura grotesca la persona del anticristo y su reinado de tinieblas) que sale del mar» tiene «siete cabezas». Cada «cabeza» representa un «reino terenal» (ver Ap. 13:1; 17:9), así como los «diez cuernos» que están en la cabeza de la bestia representan literalmente «diez naciones» del mundo, «naciones» que serán coalicionadas políticamente en un súper imperio por el anticristo escatólogico un poco antes del derrumbamiento de los sistemas mundiales, en la parusía del Señor (Ap. 17:12, 13; Ap. cap. 19). Es importante que el amable lector lea los textos para que corrobore con certeza lo que se escribe en este interesante artículo. Aunque hay más ejemplos, éstos pocos nos ofrecen una idea muy transparente que la numerología habida en la Bblia es una que comúnmente posee un significado literal.

Los símbolos en la Biblia, como son los representados por animales, cosas y objetos, son propios de lenguaje figurado y cuya interpretación deberá ser completamente literal. Esto es igual para los números.

El símbolo es una figura de dicción, una forma literaria que quiere comunicar algo. Los símbolos representan situaciones materiales diferentes y conocidas por los hombres (oso, llaves, seres vivientes, bestia, cuernos, diademas, trueno, rana, granizo, león, mujer, montes, hierbas, langostas, leopardo, lluvia de fuego, cordero, etc.) con el propósito que se asimile una verdad ética, moral, y espirtual.

El éter pestilente de la escuela alegórica de Alejandría se escabulló con gran disimulo y discreción en el cristianismo. Esta escuela resguardó celosamente los mortales engendros dogmáticos de la filosofía griega, producto de las elucubraciones metafíscas de la mentes paganas e inconversas que vinieron a dar un sincretismo que prevalece exultante hasta estos días de la era moderna cuando se mezclaron desde un principio con la santas verdades escriturales. La distrosión fue terrible, y el catolicismo y el protestantismo se regocijaron entenebrecidos en ella.

La escela alegórica de Alejandría concibió pésimamente el simbolismo bíblico. El simbolismo fue despojado de su literalidad, siendo desbocado a una espirtualización extravagante, indecifrable y contradictoria. El método alegórico privó a la Biblia de sus realidad históricas más importantes, relegándolas con descuido a un plano de menor relevancia, desatendiéndolas con crueldad, degenerando su sentido literal al intentar buscar un signifcado más profundo en la espiritualización. Todo terminó en un fabuloso misticismo ilógico e inconsecuente.

La escuela de Alejandría fue escalonada hacia la cumbre del heretismo por Clemente de Alejandría y Orígenes. El pensamiento de Tyconio, donatista y alegorizador del siglo IV de nuestra era, fue asido por Agustín de Hipona que tergiversó el sentido literal del reinado milenario de Cristo en la tierra por uno espiritual (Sal. 2; Mt. 5:5; Ap. 20.4, 6). Con esto, la doctrina amilenarista se cristaliza con empecinada solidez, desalojando el premilenarismo de la Iglesia prístina. Su auge ha sido muy impresionante y su constancia duradera con el paso de los siglos. Los mil años para Agustín fueron “indefinidos” y no una cantidad númerica de [inicio y conclusión] (Ap. 20:2, 3, 7).

Agustín no concibió dos resurrecciones físicas venideras, para justos e injustos, sino una “general” (Ap. 20:11-15), ya que espiritualizó a su caprichoso antojo Ap. 20: 5, 6. De paso, “encerró al diablo en el abismo” mientras destruía y pervertía al mundo con magistral farsa (Lc. 22:3; Jn. 8:44; 10:10; 1 P. 5:8; 2 Co. 2:11; 4:4).

¡Qué pasmosa y desatinada contrariedad!

Los dejo con un excelente comentario de un reconocido teólogo:

«Por cuanto Dios dio su Palabra como revelación al hombre, es de esperarse que su revelación fuese dada en términos tan exactos y específicos que sus pensamientos fueron comunicados y comprendidos con exactitud cuando fuesen interpretados de acuerdo a las leyes de la gramática y dicción. Tal presunta evidencia favorece la [interpretación literal], ya que el método alegórico de interpretación nublaría el significado del mensaje dado por Dios a los hombres».

Que Dios les bendiga siempre.

[ ] . . . énfasis míos.

Referencias:

«Eventos del Porvenir». J. Dwight Pentecost.

«Apocalipsis: La Consumación del Plan Eterno de Dios».
Evis L. Carballosa.

«La Enciclopedia Católica».