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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL ROLLO DE AMULETO Y SU IMPORTANCIA PARA EL CREYENTE


EL ROLLO DE AMULETO

En 1979 el arqueólogo israelí Gabriel Barkay, que trabajaba con un grupo de estudiantes del Instituto de Estudios de Tierra Santa (hoy University College de Jerusalén), excavaron varias tumbas en Jerusalén en el “hombro de Hinnom”, en la ladera suroeste del Valle de Hinnom adyacentes a la Iglesia Presbiteriana Escocesa de San Andrés. En una cueva de entierro de un repositorio de bienes se encontró una tumba que contenía alrededor de 700 productos, incluyendo los regalos enterrados de vasijas de cerámica, más de 100 piezas de joyería de plata, puntas de flecha, huesos y objetos de marfil, vasos de alabastro, 150 cuentas y una rara moneda temprana. Entre los objetos de plata había un rollo de amuleto que lleva el tetragrama, el nombre de Dios (las letras consonantes Yod, He, Waw, He), YHWH.

La tumba data de finales de la dinastía davídica, aproximadamente del siglo VII antes de Cristo. El amuleto de plata por lo tanto data para el final del séptimo o principios del siglo sexto. La plegaria-como la inscripción que contiene el nombre divino proporciona la evidencia más antigua para el nombre de Dios hasta el momento recuperados arqueológicamente en Jerusalén. El pasaje de la Escritura en el amuleto de la bendición Aarónica o sacerdotal en Num 6:24-25. El propietario al parecer, llevaba la inscripción, enrollada como amuleto de plata durante su vida, y la gente consideró oportuno que tales objetos debían acompañar al propietario en la muerte como en la vida.

De interés secundario es el hecho de que las evidencias provenientes de las tumbas del hombro de Hinnom indican una población en la zona de Jerusalén a raíz de la destrucción babilónica de la ciudad. La evidencia también indica un cierto nivel de riqueza por parte de las personas enterradas en las tumbas.
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EN LA TIERRA...MAS NO EN EL CIELO



Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

«Los cristianos hoy confían en la falsa esperanza de una vaga recompensa en el cielo después de la muerte. La esperanza apostólica descansó en el hecho que su prometido libertador, un mortal, ha conquistado la muerte por medio de ser devuelto de la tumba. Más aún, él prometió volver a la tierra para recompensar a los fieles con posiciones en su reino Mesiánico y para restablecer la grandeza de Israel» (Sir Anthony Buzzard, eminente teólogo unitario).

La Biblia nos muestra que el Reino de Cristo no será precisamente en el “cielo”, sino en la «tierra». La revelación del Reino mundial del Mesías no fue algo novedoso en los inicios de la dispensación actual: empieza en el Antiguo Testamento y el cual da testimonio del retorno de Cristo y de su futuro gobierno en este planeta donde respiramos y caminamos (véase 2 S. 7:16, 28-29; Sal. 89:3-4, 34-37; 45:6; 72:5, 17; Is. 9:6-7; 51:6, 8; 55:3, 13; 56:5; 60:19-20; 61:8; Jer. 32:40; 33:14-17, 20-21; 37:24-28; Ez. 16:60; 43:7-9; Dn. 7:13-14, 18, 27; 9:24; Os. 2:19; Jl. 3:20; Am. 9:15).

De los textos anteriores, unos de los más representativos para este caso, son los siguientes:

7:13-14 «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido».

Dn. 7:18 «Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre».

Dn. 7:27 «y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán».

Si somos atentos en Dn. 7:27, podremos visualizar que «el reino» («y el dominio» y la majestad de los reinos») no se ubicará en tercer cielo de Jehová, sino «debajo de todo el cielo», es decir, en la tierra, tierra que será restituida cuando el postrer reinado gentil y sus sistemas anti-Dios que la engloban como densas penumbras “sean puestos por los suelos”, derrocados, en la segunda venida de Cristo, un poco antes del día «de la regeneración» (Mt. 29:28). En su ministerio terrenal, Cristo dijo que «los mansos heredarán la tierra» (Mt. 5:5), y no el “cielo”, y la «reinarán con Cristo por mil años» (Véase Ap. 20:4, 6).

Ap.11:15 «El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos».

La venida de Cristo para la toma de posesión de su Reino es anunciada por el ángel al tocar «la séptima trompeta». Las «voces» que se escuchan «en el cielo» («en toî ouranoî», gr.), quizás de las huestes celestiales que «están alrededor del trono de Dios» (Dn. 7:10; Ap.5:11), proclaman que «los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo». En otras palabras, este importantísimo suceso celestial divulgado está vinculado con el establecimiento del Reinado de Cristo en la tierra.

Dios le delegó a Cristo «toda autoridad en los cielos y en la tierra» (véase Mt. 28:20), pero en realidad, el Señor Jesucristo gobernará en el «mundo» y no en el “cielo”. Es por eso que el reo de muerte le dijo Jesús: «…Acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino» (Mt. 23:42), y la respuesta proléptica de parte del Señor fue: «…De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso», refiriéndose el Señor con esto a su Reino terrenal escatológico. Vale la pena mostrar los siguientes textos tan alusivos al respecto:

Sal. 2:8 «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra».

Dn. 2:35 «Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte (el Reino de Dios) que llenó toda la tierra».

Ap. 2:26-27 «Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre…».

El original en griego, con relación a «los reinos del mundo», no está plural, sino en singular. La palabra «reino» alude que «la autoridad», «la voluntad» y «la soberanía» de Dios se cristalizarán en el mundo en una forma de gobierno teocrático y universal. Dios reorganizará el disrupto globo terráqueo como fue al principio de la creación, y que Satanás, el impostor, el usurpador, controla por medio de sus inicuos vasallos con grande mentira, con muerte, con anarquía y perversión.

Cristo enseñó a sus apóstoles a decir «venga tu reino» (Mt. 6:10). Esta hermosa y esperanzadora petición es el anhelo ferviente de cada creyente genuino y verdadero que culminará con el erguimiento literal del Reino de Dios en la tierra (es «venga», y no “vamos”). Cristo regresará de nuevo al mundo para consolidarse, según las promesas vetero testamentarias, como máximo dirigente universal, cuando se instale como tal en «el trono de David su padre» (Lc. 1:32-33), para gobernar como Rey Davídico, de acuerdo a lo profetizado en la antigüedad (Is. 9:6-7). Dios reinará en el mundo, pero lo hará a través de la persona de su Hijo Jesucristo (mírese Zac. 14:16; 1 Co. 15:27).

Cristo, como «el Hijo de David», como su «Raíz», regirá sobre la Casa de Jacob (Lc. 1:32) los pueblos y naciones del mundo entero por largura de días («Y el reinará por los siglos de los siglos», kaì basileùsei eis toùs aiônas ton aiónôn, gr.). Cristo, «el León de la tribu de Judá» (Ap. 5:5), «la estrella resplandeciente de la mañana» (Ap. 22:16), alumbrará el mundo con la luz poderosa de la voluntad del Padre. Reinará con sus súbditos fieles en un mundo magnífico y esplendoroso donde las tinieblas de maldad habrán sido disipadas ya (Hab. 2:14).

Para concluir, los dejo con este hermoso texto para reflexión:

Dn. 2:44 «Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre…».

Amén.