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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

viernes, 1 de mayo de 2009

"AMADO, YO DESEO QUE SEAS PROSPERADO EN TODAS LAS COSAS"


En los versos de arriba el apóstol Juan le expresa a Gayo, un cristiano distinguido y fiel convertido por Pablo, su deseo de que fuese prosperado en todas las cosas, y que tuviese salud, así como prosperaba su alma.

Muchos evangelistas en diferentes partes del mundo se están apoyando en este pasaje joanino para inculcar a su audiencia ávida de la “Palabra de Dios”, la idea de que Dios quiere que todos sus hijos sean prósperos o ricos en oro, mansiones enormes, autos costosísimos, vestidos finos, etc, para así vivir como verdaderos príncipes del Rey. Estos predicadores modernos y fraudulentos llegan a decir que es una vergüenza para un príncipe tener que vivir en pobreza o en necesidad, mientras que los hijos del diablo viven como verdaderos reyes y potentados en el mundo, siendo muy admirados y respetados por todos. ¿Pero es este razonamiento válido y justificado a la vista de Dios? Nuestra respuesta es que no!

Después de un examen cuidadoso de los dos versos de arriba escritos por el anciano Juan, nos revelará que Gayo prosperaba en su alma, es decir, que se enriquecía en fe (ver. Santiago 2:5), pero sus riquezas materiales no iban creciendo a la par, o no aumentaban como crecía su riqueza espiritual. El hecho de que Juan le deseara a Gayo la prosperidad en todas las cosas nos insinúa que Gayo tenía un estancamiento material mientras que su fe aumentaba día por día. Esto podría ser una paradoja, ¿pues quién más merecería una mayor bendición material sino Gayo quien vivía en completa común con el Señor?

Lo que los cristianos debemos comprender es que Dios conoce a sus hijos, y como Padre celestial, él sabe a cuál de sus hijos darle más recursos materiales y a cuál menos, sabiendo perfectamente que algunos son más susceptibles a caer en los juegos, en las bebidas espirituosas, en las drogas, e incluso en el sexo ilícito. Si por ejemplo un convertido estuvo sumido en el juego como un ludópata empedernido por muchos años, y a duras penas logró salirse de ese vicio, sería imprudente que el Señor le bendijese con más riquezas materiales sabiendo que aún podría caer en esa trampa mortal del juego. Si el Señor no está bendiciendo a muchos de sus hijos con dinero en abundancia es porque Él sabe que éste les puede perjudicar en vez de favorecer.

El deseo de Juan por la prosperidad de Gayo fue sólo eso, un deseo, más no era una garantía o una promesa de que Dios ciertamente lo prosperaría a la brevedad posible.
Así que no le vengan con el cuento de que si usted es un “cristiano practicante”, un “buen sembrador”, y un “cumplido diezmador”, el Señor lo bendecirá grandemente con riquezas materiales en esta misma vida. No se deje engañar por la avaricia, y viva para el Señor cualquiera sea su condición actual. El resto lo hará el Señor a su tiempo. Si no se realiza en esta vida, será para la venidera, en el reino de Cristo.

Dios los bendiga,

Apologista

LA INSOSTENIBLE CRÍTICA RACIONALISTA




Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

Bajo la lupa de una especulación racional y sistematizada,

La crítica racionalista de los siglos XVIII y XIX elaboró un escepticismo que eliminó el elemento sobrenatural bíblico que comprende los milagros y la verdadera profecía. La crítica racionalista (Alta Crítica) ha jugado un papel importante en el desarrollo de especulaciones irrisibles que refutan este elemento ajeno a lo común.

Por su importancia, comentamos que la teología del liberalismo fue estructurada en las corrientes del mundo del siglo XVIII y XIX. Estas corrientes incluyeron el racionalismo, la crítica literaria bíblica y las teorías de las ciencias.

También el humanismo influenció en esta falsa teología de “ancha mentalidad y de marcada tolerancia”. El humanismo renacentista del siglo XV y XVI vio en el hombre un agente capaz de resolver todos sus dilemas y alcanzar elevadas cumbres y buscar su salvación por méritos propios. Por tal cosa, la Biblia resultaba intrascendente para la doctrina humanista. Esto fue más que suficiente para dar lugar al racionalismo doscientos años después.

El racionalismo del siglo XVIII determinó que las Escrituras deberían exclusivamente estudiarse con el “ojo” de la razón para justificarlo todo. Con la Alta Crítica, la teología del liberalismo viene a definirse como tal. Ayudaron para este logro el racionalismo del Siglo de la Luces y la filosofía idealista de Hegel. Hegel formuló una dialéctica basada en un proceso de reconciliaciones de contradicciones consistente en una “tesis” o proposición, una antítesis u “oposición” y una “síntesis” o conciliación. Este filósofo alemán catalogó como mitos la obra sobrenatural de Dios hallada en la Biblia, negando su inspiración divina. Esto sirvió como base para el surgimiento de la Nueva Crítica, que al traspasar los límites de la investigación correcta y ortodoxa de los manuscritos bíblicos antiguos viene a dar extrañas conclusiones improbables por sus prejuicios y falta de objetividad espiritual para discernir las verdades bíblicas fundamentales.

Cómo los críticos racionalistas desaprueban cada hecho sobrenatural de la Biblia, lógicamente no creen en una profecía inspirada por Dios. En el caso del libro de Daniel, los críticos racionalistas han dicho que fue escrito en el Siglo II después de Cristo, un tanto después que se cumplieron, según ellos, las profecías de dicho libro.
El libro de Daniel es el escrito veteo testamentario que más ha sido agredido por la crítica racionalista con insostenibles imprecisiones históricas, falsos anacronismos y profecías que no son verídicas. Contrariamente de quienes afirman que el libro fue escrito en el siglo II después de Cristo, ha quedado demostrado que el arameo que aparece en los manuscritos originales de este extraordinario libro, no es el arameo occidental del período Macabeo tardío, sino que es el arameo oriental del Siglo IV antes de Jesucristo. Su historicidad también está confirmada por el profeta Ezequiel que nombra a Daniel en su libro (véase por favor: EZ. 14:14, 20; 28:3). Por otro lado, en el Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo da testimonio de Daniel como profeta de profesión (véase en Mt. 24:15).

Los manuscritos y los descubrimientos arqueológicos hallados en Qumrán han puesto en tela de juicio y en grandes aprietos las opiniones de la crítica racionalista con respecto a su supuesta aparición tardía. Uno podría cuestionar, que, si en verdad fuese cierta la aparición de libro de Daniel en el Siglo II antes de Cristo, posteriormente a los eventos proféticos que en él están, ¿cómo justificaría la crítica racionalista el cumplimiento de la profecía de la crucifixión de Cristo que está divulgada en el libro de Daniel, un poco después del cumplimiento, para ser exacto, de las «Sesenta y Dos Semanas», teniendo en cuenta que la crucifixión del Señor Jesucristo tuvo lugar en el año 33 de nuestra era? Tremendo dilema para los críticos racionalistas, pero aún ni esto los hace sonrojar de pena y vergüenza, menos reflexionar en su grave error teológico.

«Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones» (Dn. 9:25-26).

Ya estudiamos con pruebas fehacientes y contundentes que el libro de Daniel no fue escrito en el Siglo II antes de Cristo como equivocadamente lo han dictaminado los críticos racionalistas, sino en el Siglo IV antes del cumplimiento de algunas de sus profecías contenidas, y digo, de algunas, porque otras más tienen un cumplimiento escatológico.

Las «Primeras Siete Semanas» del libro de Daniel dieron principio con el decreto de restaurar y reedificar los muros de Jerusalén y concluye con el término de su reconstrucción, es decir, en un tiempo de 49 años. Este decreto fue promulgado por el rey Artajerjes el 14 de marzo del año 445 antes de Jesucristo, pudiéndose ver su promulgación en Neh. 2:1-9. Ahora, desde la promulgación del decreto de Artajerjes hasta la presentación del Señor Jesucristo como el Mesías Príncipe suman un total de «Sesenta y Nueve Semanas», o sea, un total de 483 años.

El reconocimiento de Señor como Mesías Príncipe tuvo cumplimiento el 6 de Abril del año 32 después de Cristo, con la entrada triunfal de Hijo del Hombre en Jerusalén (véase Zac. 9:9; Mt. 21:1-11). Notemos que el profeta Daniel escribe, que después de las «Sesenta y Dos Semanas se quitaría la vida del Mesías». Es posible apreciar que el profeta Daniel en esta parte no agrega las «Primeras Siete Semanas» en esta declaración que harían un total de «Sesenta y Nueve Semanas», si tenemos en cuenta la otras «Sesenta y Dos Semanas» además. ¿Cuándo se suscitó este acontecimiento? Algunos serios historiadores registran como fecha probable el año 33 después de Cristo. Otros toman en cuenta el año 29 después de Cristo. La «Última Semana», la «Setenta», de siete años, está relacionada con acontecimientos proféticos de los últimos tiempos, por lo tanto, no aporta un valor para este estudio.

La crítica racionalista es una corriente de vagas y obtusas consideraciones, extremadamente limitada en sus prejuiciosas convicciones que no le permite aceptar como verdaderos los hechos sobrenaturales expuestos en la Biblia. Niega las evidencias, tanto externas como internas, que dan certidumbre histórica de las Santas Escrituras.

La crítica racionalista, “musa” de la teología liberal, se ha esforzado para desacreditar la inspiración divina de la Biblia.

La crítica racionalista niega que Moisés haya escrito el Pentateuco. Declara que es una recopilación de documentos escritos en el tiempo de Esdras.

La crítica racionalista con terquedad de calibre cósmico se empeña en seguir injuriando y desacreditando la Palabra de Dios con sus “irracionales” racionalismos que no dejan de ser más que vanas e infundadas palabrerías de acuerdo a lo visto en este valioso estudio, comprometiendo a sus pálidos y rebeldes defensores para aniquilación eterna. ¡Allá ellos!

Los dejo con este texto para reflexión:

«Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (Co l. 2:8).

Ad adendum:

El número de años totales de las «Setenta Semanas» de Daniel no se calculó con el año solar del calendario gregoriano de 365 días, sino tomando como base el año lunar judío de de 360 días (año profético). Las «Setenta Semanas» proféticas, dan un total de 490 años lunares del calendario judío. Cada «Semana» de las «Setenta» consiste en siete años lunares de este calendario.

Dios les bendiga siempre.

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