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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

lunes, 22 de diciembre de 2008

LA VICTORIA DE LOS CREYENTES

Por David Macias isaza
maciasdavid@hotmail.com
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LA FE QUE VENCE AL MUNDO

"Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe." (1 Juan 5:4)

Es difícil actualmente encontrar personas que tengan un entendimiento acorde con la sana doctrina, de lo que realmente significa la fe bíblica, incluso en el medio de los así llamados “cristianos”. Y es que para ser honestos, hay que conocer muy bien lo que las escrituras dicen para poder tener un concepto claro y verdadero de lo que los escritores bíblicos quisieron decirnos por la palabra “fe”. No basta con conocer unos cuantos versículos aislados, es necesario entender el mensaje completo del evangelio del reino de Dios y nacer de Dios, pues las buenas noticias sobre el reino de Dios encierran el significado de la palabra fe, ellas nos aclaran la definición del escritor del libro de los hebreos:

La fe es la certidumbre de lo que se espera, la convicción de alcanzar lo que no se ve.
(Hebreos 11:1)

La fe es algo mas profundo que la esperanza. La fe abraza la esperanza y le da sustento. Podríamos decir que la fe es la sustancia de la esperanza. Pero ¿Qué esperaban los primeros cristianos? ¿De cuál esperanza se nos está hablando en las escrituras? Muchos argumentarían que cualquier cosa que uno esté esperando requiere de fe para mantenerse, y eso en parte es cierto; pero cuando leemos las escrituras nos damos cuenta que todos los escritores bíblicos concuerdan con una misma y única esperanza: El reino venidero de Dios. Todos los libros desde el Génesis hasta el Apocalipsis, e inclusive muchos considerados apócrifos centran su discurso en éste singular concepto. Pocos cristianos de hoy concuerdan con la definición que la Biblia nos da de éste concepto.

¿Qué es el Reino de Dios?

Es triste la ignorancia que existe en la actualidad acerca de lo que significa ésta frase, en la que se basa toda la fe bíblica, según aparece definida en las escrituras. Esto se debe en parte al analfabetismo bíblico ya que pocos cristianos leen concienzudamente las escrituras, y otra gran parte porque la avaricia y la sed de poder (los afanes del mundo) han ahogado el mensaje de ésta preciosa esperanza, que es la verdadera enseñanza que lleva a una vida recta dedicada a Dios, de la que hablan todos los apóstoles en sus cartas. Esto no es extraño ya que Jesús el Mesías anunció que esto sucedería y quedó registrado en el evangelio según Marcos. Miremos un ejemplo cuando Jesús compara el mensaje del Reino de Dios con unas semillas:

Otras son las sembradas entre espinas. Estos son quienes han escuchado la palabra, y las preocupaciones de este mundo, el engaño de la riqueza, y los deseos por otras cosas entran a sofocar la palabra, y se vuelve infértil. Las que fueron sembrados en tierra buena: aquellos que cuando escuchan la palabra, la aceptan, y dan fruto, algunos treinta veces, otros sesenta veces, y algunos cien veces.» (Marcos 4:18-20)

Jesús dice que la palabra o mensaje del Reino de Dios solo puede ser entendida por la gente que la escucha y la acepta con un corazón noble. Jesús compara la palabra o mensaje del Reino de Dios con una semilla que un campesino siembra. La gente de su época no lo entendía bien, pero él quería enseñarles que no todas las personas aceptan y creen la palabra (mensaje) de Dios acerca de un reino venidero. Muchas personas están ofuscadas consiguiendo ilusiones, riquezas que nunca podrán disfrutar y que no se llevarán a la tumba y por esto no logran entender lo que Jesús enseña. Ni siquiera los discípulos pudieron entender bien ésta parábola, ellos le preguntaron a Jesús, y él nos dejó la siguiente explicación:

Cuando estaba sólo, aquellos que estaban a su alrededor con los doce le preguntaron sobre las parábolas. Jesús les dijo, «A ustedes se les dan los misterios del Reino de Dios, pero para quienes están afuera, todo se hace en parábolas, porque `viendo pueden ver, y no percibir; y oyendo pueden oír, y no entender; a menos que cambiaran, y sus pecados les serían perdonados.´» (Marcos 4:10-12)

Sí mi querido lector, es necesario que las personas se arrepientan para que puedan recibir el perdón de sus pecados, de su avaricia, su egoísmo y así poder llegar a entender la verdad sobre el futuro y bendito Reino de Dios, de otra forma el mensaje seguirá estando rodeado por el velo del misterio. Por ésta razón hoy en día se ven predicadores millonarios, que hacen del evangelio un mercado, y creen que la fe es un negocio para hacer dinero. Por causa de ellos muchas personas ya no quieren escuchar nada de Dios ni aceptar las buenas noticias de la era que viene, que es el camino de la verdad; esto no es extraño ya que Pedro advirtió sobre esto en una de sus cartas:

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus caminos perniciosos, y por causa de ellos el camino de la verdad será blasfemado; y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas, sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme. (2 Pedro 2:1-3)


Aquellos estafadores, mercachifles de la fe, son peores que los fariseos: ni entran al Reino, ni dejan entrar. Ellos no enseñan ni predican las buenas noticias que enseñaba Jesús, ellos no predican el reino de Dios como está registrado en la Biblia, puesto que ni siquiera lo pueden entender, el engaño de las riquezas no les permite esperar un reino celestial ideal, la comodidad y el confort de ésta época les ha embotado la mente y les ha cauterizado el entendimiento, por su avaricia (idolatría) Dios los ha entregado a una mente reprobada para que piensen que están muy bien y que nada les va a suceder, ellos creen que ya están reinando en vida con Cristo y que ya son ricos y no tienen necesidad de nada, despreciando la verdadera enseñanza de arrepentimiento que predicó el Mesías hace poco mas de dos mil años. Estos falsos maestros de la prosperidad enseñan un evangelio mutilado y trastocado. Ellos dicen que al morir se va al cielo, que se pueden hacer nuevos pactos con Dios usando dinero, que la humanidad está atada a “maldiciones generacionales” o hereditarias y muchas otras aberraciones anticristianas y antibíblicas. En la época de los apóstoles también hubo falsos maestros, ellos los denunciaron en su tiempo y sentenciaron que la condenación de ellos ya está escrita y no se tarda. Los apóstoles escribieron mucho acerca de éste tema, pues en sus tiempos ya se veía toda esta cizaña creciendo entre el trigo precioso de Dios.

Y escribe al ángel de la iglesia de los LAODICENSES: Estas cosas dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Quisiera fueses frío o caliente! mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de nada; y no conoces que tú eres un desventurado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo. Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para que seas cubierto, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como también yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:14-22)

¿Cómo heredamos el reino de Dios?

Muchas otras citas nos hablan del tema, y en todas está el llamado al arrepentimiento, a volver al verdadero camino. Es interesante que éste mensaje fue escrito para la iglesia, para “creyentes” que supuestamente ya conocían la verdad, pero aparentemente se habían olvidado, pues el Espíritu de Dios que está en el Cristo les pide que cambien, para que puedan participar del reino venidero, para que puedan sentarse en el trono del Mesías cuando venga, así como el Mesías ha vencido y se le ha dado un lugar a la diestra de Dios. El reino de Dios era algo que los Judíos de la época de Jesús comprendían muy bien, ya que los profetas lo habían descrito con mucho detalle. Por esta razón no hay explicaciones extensas en los evangelios sobre el tema, ya que los evangelios fueron escritos para los judíos principalmente, y su propósito era contarles a los hebreos que su esperado Mesías ya había venido por primera vez a enseñar la forma para heredar el Reino de Dios y que volvería nuevamente a establecerlo con los que escucharan y creyeran el mensaje, arrepintiéndose y dedicándose a hacer la voluntad de Dios. Cuando Jesús comenzó su predicación el solo decía lo siguiente:

Después que Juan fue detenido, Jesús llegó a Galilea, anunciando la Buena Nueva de el Reino de Dios y diciendo, «¡El tiempo se ha completado, y el Reino de Dios está cerca! Arrepiéntanse y crean en la Buena Nueva.» (Marcos 1:14-15)

Que curioso que la predicación de Jesús era siempre la misma: ¡Arrepiéntanse y crean! ¡Que lejos de esta predicación están la mayoría de supuestas congregaciones cristianas actualmente! ¿Cuándo fue la última vez que escuchó este mensaje en alguna predicación? Éste debería ser el mensaje de todas las predicaciones en todas las reuniones, puesto que realmente no necesitamos más, pero hoy en día, cada que alguien comienza a hablar de arrepentimiento y del Reino venidero de Justicia, a todos les da dolor de cabeza y les pican los oídos. Definitivamente no quieren aceptar esta sencilla verdad que es la base para la salvación. En otra oportunidad Jesús declaró:

Cuando amaneció salió y fue a un lugar inhabitado, y las multitudes lo buscaban, y llegaron donde Él. Lo querían retener, para que no se fuera lejos de ellos. Pero Él les dijo, «Debo predicar la buena nueva del Reino de Dios en otras ciudades también. Porque por esa razón he sido enviado.» (Lucas 4:42-43).

En la Biblia no encontraremos un mensaje diferente, Jesús fue bautizado por Juan y por el Espíritu de Dios para ser enviado a anunciar las buenas noticias del Reino de Dios. Ésta es la verdadera razón por la que vino Jesús y la que muchos aún ignoran. Jesús declaró en una ocasión que solo una cosa es necesaria en esta vida para ser salvo, y ésta es por supuesto, creer en el Reino venidero. Algo milagroso ocurre en una persona que cree en el reino venidero: ¡el arrepentimiento continuo!

Y respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, estás afanada y turbada con muchas cosas: Pero una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lucas 10:41-42).

Tampoco La preocupación por muchas cosas y el afán dejan a una persona entender la verdad sobre el reino de Dios así como las personas que tienen puesto su corazón en las riquezas, y no son capaces de desprenderse de ellas, podrán entrar con facilidad en dicho Reino:

Y cuando Jesús, oyó esto, le dijo: Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Entonces él, al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Y los que oyeron esto, dijeron: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo? Y Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, posible es para Dios. (Lucas 18:22-27)

Los discípulos de Jesús entendieron muy bien que entrar en el Reino de Dios, es precisamente la salvación que vino a ofrecer el Mesías, de la que hablan los profetas en la escritura, a lo largo de toda ella. Además compara la entrada de un rico al Reino de Dios con la entrada de un camello por el ojo de una aguja, cabe decir que una aguja en este contexto no es la aguja con las que se realizan costuras, sino que las ciudades antiguas eran todas amuralladas y sus puertas eran llamadas agujas, eran puertas por las que pasaba un hombre, pero difícilmente podía pasar un camello, esto era así para mantener a los animales fuera de las ciudades, para mantener el aseo.

«Entonces no se afanen, diciendo, ` ¿Que comeremos?,´ o `¿Qué beberemos?´ o `¿Con que nos vestiremos?´ Pues los gentiles buscan todas estas cosas, pero su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todo esto. Busquen primero el Reino de Dios, y su justicia; y todas estás cosas también les serán dadas por añadidura. Así que no se afanen por el mañana, pues el mañana se afanará por las cosas de si mismo. Son suficientes los males propios de cada día . (Mateo 6:31-34)


El poder de entender las buenas noticias del reino de Dios


Pues no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que crea; primero para los Judios, y también para los griegos. (Romanos 1:16)

Buscar el reino y su justicia es entender de que se trata dicho mensaje y vivir de acuerdo a él, es estar concientes de que un día volverá el Mesías y juzgará con justicia la tierra, dándole a cada cual lo que merece su obra. Cuando una persona pone toda su esperanza en el reino venidero ocurre en ella un cambio definitivo. Ésta persona no querrá volver a pecar o estar separado de Dios, puesto que sabe que en ese bendito reino no entrará nada impuro, sino solo los que hacen la voluntad de Dios.

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. (Mateo 7:21)

El Reino de Dios también era llamado reino de los cielos, porque algunos judíos evitaban decir el nombre de Dios, ya que los antiguos consideraban su nombre muy Santo y no querían usarlo nunca en vano; pero la definición correcta sería: El Reino de YHWH. Que bueno que hoy se tuviera al menos un poco del respeto que antes se tuvo por el nombre de Dios, con tantos predicadores que hablan de Dios para ganar dinero. Miren lo que les continúa diciendo Jesús:

Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad. (Mateo 7:22-23)

Aquél día se refiere a el día de la prousía o segunda venida de Jesucristo, cuando él vendrá a darle a cada uno lo que merece y a inaugurar el Reino de Dios, del cual él es su máximo representante y su rey elegido.

La Predicación de los Apóstoles fue siempre el Reino de Dios

Y Pablo, se quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda confianza y sin impedimento (Hechos 28:30-31)

Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero algunos no creían. (Hechos 28:23-24)

Muchos cristianos hoy en día argumentan que el mensaje del evangelio se trata de predicar a Cristo crucificado, ya que el apóstol Pablo escribió en una carta lo siguiente:

¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito entre vosotros como crucificado? (Gálatas 3:1)

Esto lo escribió Pablo a una iglesia que estaba volviendo a la ley de Moisés y a practicar la señal de la circuncisión. Pablo les había enseñado que no necesitaban ésta señal para ser creyentes ya que con la crucifixión de Cristo, los creyentes estamos juntamente crucificados y ya no vivimos para la carne, pues hemos recibido el Espíritu Santo de Dios y no necesitamos una señal para confirmar el pacto, pues estamos sellados con el Espíritu Santo de la promesa, la presencia de Dios morando en nosotros es señal suficiente de que le pertenecemos y no necesitamos mas de las obras que exigía la ley de Moisés.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. (Romanos 3:28)

Es importante aclarar la diferencia que hay entre la ley de Moisés y los mandamientos de Dios, tema que está ampliado en mi estudio: “Los mandamientos de Dios, la ley de Moisés y la Gracia de Jesucristo”. En ésta cita de Romanos, Pablo se refiere a la ley de Moisés, que ha sido “perfeccionada” por la gracia de Jesucristo, pero existen también las obras de la fe como veremos mas adelante.

Muchos cristianos creen que el evangelio de Jesucristo se limita a su crucifixión, muerte y resurrección. Estos “cristianos” parecen ignorar que mucho antes de ser crucificado, Jesús venía con un mensaje que predicar: El reino venidero de Dios. No estoy diciendo con esto que la crucifixión, muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Cristo carecen de importancia, ¡no! ¡por supuesto que no! ¡Todo lo contrario! Lo que sucede es que en las escrituras, el centro del evangelio no es la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, sino ¡el reino de Dios! Estos hechos si son una parte muy importante de las buenas noticias, pues no solo comprueban que Jesús de Nazareth es el Mesías esperado, anunciado por los profetas, sino que además fue cumplido el sacrificio expiatorio por el pecado, por esta razón y sólo por ésta razón es que Dios no toma en cuenta los pecados de los que creen que Jesús es el Cristo, y como no toma en cuenta nuestros pecados, nos sumerge en su Espíritu Santo. La resurrección de Cristo es además la prueba de que la verdadera esperanza del creyente es la resurrección de entre los muertos y no el “tener un lugar en el cielo después de morir”, como muchos falsos maestros suponen y predican. Todas las cartas apostólicas centran su tema en la parousía (la segunda venida de Jesucristo) puesto que es en ese momento que se producirá la resurrección. Jesús declaró lo siguiente:

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:44)

El apóstol Pablo no lo contradice, sino que también parece creer lo mismo:

En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. (1 Corintios 15:52-53)

¿Cómo pues afirman algunos que los muertos aún viven, o que están con Cristo en el cielo? A los Tesalonisenses Pablo también les escribió del tema:

Mas no quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él a los que durmieron en Jesús. Por lo cual, os decimos esto por palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
(1 Tesalonisenses 4:13-16)

La resurrección es la verdadera esperanza del cristiano

La bendita esperanza que tenemos los cristianos es la resurrección en el día final, es decir, el día que venga el Cristo por segunda vez a salvar a los que le esperan; pero también ése día será un día de juicio para los que no creen en él y viven para el pecado, es decir, los que viven para sí mismos en ésta vida.

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y todas las naciones serán reunidas delante de Él; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mateo 25:31-34).

Cuando el hijo del hombre venga en su gloria vendrá a juzgar y a darle el reino a quienes, por su esfuerzo y perseverancia, lo ganaron. Ésta invitación a participar del reino de Dios, o lo que es lo mismo, ser salvo, tiene requisitos que se deben cumplir para poderlo recibir.

“ No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21)

Muchas personas creen que la salvación es un regalo de Dios que no exige ninguna condición para adquirirla, pero ésta afirmación está lejos de la enseñanza que presenta la Biblia:

“el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero GLORIA y HONRA y PAZ a todo el que hace lo BUENO, al judío primeramente y también al griego” (Romanos 2:6-10)

La salvación se recibe como un premio, como un galardón, como una medalla o un trofeo a la perseverancia en las buenas obras. Por esto Pablo dice también a Timoteo:

Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que testificó la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes este mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo: La cual a su tiempo mostrará el Bendito y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores; el único que tiene inmortalidad, y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honra y poder sempiterno. Amén.
(1 Timoteo 6:13-16)

Todas las cartas apostólicas apuntan a una sola esperanza: La segunda venida en gloria de nuestro Señor Jesucristo. En ésta venida se inaugurará el reino de Dios esperado. Dios es el Bendito y solo soberano, Rey de reyes y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad y aquel a quien nadie ha visto jamás, él es el único que sabe cuando será hecho esto. Cuando Dios manifieste a Jesucristo como rey, todas las cosas serán restauradas, y el Mesías se sentará en su trono de gloria en Jerusalén, para gobernar a todas las naciones de la tierra junto con sus seguidores que merecen la vida eterna y el reino.

¿Cuando vendrá el reino de Dios?

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y Él les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad. (Hechos 1:6-7)

Sólo Dios sabe cuando vendrá el reino de Dios.

Y les dijo: ¡Con cuánto anhelo he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios (Lucas 22:15-16)

porque os digo, que no beberé del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. (Lucas 22:18)

Jesús se está despidiendo pero les dice a sus discípulos que no beberá vino otra vez ni comerá la pascua hasta que venga el Reino de Dios, por supuesto ese reino bendito aún no ha llegado, pero esto son buenas noticias para nosotros que tenemos la oportunidad de poner nuestra esperanza en éste reino de justicia y no poner nuestra esperanza en ilusiones como el dinero o las riquezas engañosas de este siglo malo, de éste mundo maligno. Por esto Pablo le recomienda a Timoteo acerca de los ricos:

A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas inciertas, sino en el Dios vivo, quien nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos, que con facilidad comuniquen; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir; que echen mano de la vida eterna.
(1 Timoteo 6:17-19)

A los ricos Pablo les manda que pongan su esperanza en el Reino venidero y no en las riquezas pasajeras de éste mundo, puesto que cuando se inaugure el Reino, los pobres y humildes heredarán la tierra y el Mesías repartirá las naciones entre sus elegidos.

¿Qué debo hacer para heredar el reino de Dios?

Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra. (Mateo 5:5)

Pocos parecen creer ésta promesa que Dios nos dió a través de Jesús el Cristo, pocos parecen entender que ése bendito reino esperado será en esta misma tierra que heredaremos si perseveramos en la mansedumbre, dejándonos guiar y gobernar por Dios y haciendo sólo su voluntad. En ésta frase se resume toda la esperanza cristiana. Dios espera que nuestra fe produzca frutos de arrepentimiento, obras que muestren que realmente creemos lo que Dios ha dicho.

Y al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones; y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como también yo he recibido de mi Padre. (Apocalipsis 2:26-27)

Es interesante que dice “al que venciere”, esto quiere decir que la vida del creyente es una lucha donde hay que vencer y perseverar hasta el fin, para poder alcanzar la salvación. Jesús recibió autoridad sobre las naciones, aunque aún no la esté ejerciendo (pero la ejercerá) y promete darnos la misma autoridad que él recibió de Dios.

Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha escogido Dios a los pobres de este mundo, ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
(Santiago 2:5)

Dios premia a los que son ricos en fe y actúan de acuerdo a ella. ¡Que diferente nos habla la escritura comparándola con los actuales predicadores de abundancia y “super fe”! La fe bíblica es realmente muy distinta a lo que hoy muchos creen y enseñan.

Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? (Santiago 2:14)

Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:17)

La verdadera fe lleva consigo una acción consecuente. Todas las escrituras declaran esto mismo. Una fe que no se demuestra con hechos, no es la verdadera fe. Creer en el evangelio no es algo telepático o mental, no es algo abstracto sino demostrable, práctico y evidente. Dios mismo nos extiende su invitación personalmente:

Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho es. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente del agua de vida gratuitamente. El que venciere, heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Mas los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras, y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. (Apocalipsis 21:5-8)

El lector sensato notará que la invitación de Dios acarrea un requisito para poder recibirla, también verá la lista de personas que no podrán tener parte en resurrección y el reino de Dios; y si es honesto, verá que en alguna de éstas definiciones encajamos todos los mortales. ¿Qué pues? ¿Cómo ser salvo? La respuesta es sencilla: ¡Arrepiéntase, cambie su forma de pensar y de vivir! y ¡crean en las buenas noticias! También tenemos esta promesa:

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
(1 Juan 1:8-10)

Si confesamos nuestros pecados ahora mismo, delante del Dios eterno que está en todas partes y todo lo ve, seremos también limpios de maldad, puesto que quien confiesa su pecado, declara que no ama al pecado y que no quiere vivir esclavo del pecado. Ésta es la forma de vencer el pecado que nos presenta la escritura y éste camino lleva a la vida eterna. La confesión y el arrepentimiento deben ser pues constantes hasta el fin, para poder vencer y participar del reino y debemos ser fuertes y luchar con todas las fuerzas para no complacer los deseos perversos de nuestra naturaleza pecaminosa. Orando y fortaleciendo el espíritu para que los malos deseos no se enseñoreen en nuestro interior. Debemos dejar de alimentar los malos deseos y malos hábitos, malas compañías y dejar de frecuentar malos sitios, debemos dejar las malas conversaciones, los vicios y adicciones y poner nuestra mirada en las cosas que están reservadas en el cielo, que vendrán con el Mesías en aquel día glorioso. Toda nuestra esperanza debe estar concentrada en éste magno evento sin precedentes en la historia. El lector que sea un creyente nacido de nuevo, verá que éstas palabras concuerdan con lo que el espíritu que está en él le insinúa constantemente, pero el no creyente encontrará tal vez ridículas y anticuadas éstas cosas, principalmente porque cree que es imposible dejar hábitos y costumbres arraigadas por generaciones y porque al fin y al cabo la sociedad lo acepta tal y como es (posiblemente lo alaba), así que no tiene necesidad de cambiar nada. Pero le tengo una buena noticia: Dios da su Espíritu a todo aquel que se arrepiente y confiesa sus pecados, todo aquel que quiere una nueva vida. Este espíritu que Dios nos da es su misma presencia morando en el hombre y es el poder y la mente de Dios en nuestro interior. El apóstol Pablo dice de este espíritu lo siguiente:

En el cual también confiasteis vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en quien también, desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. (Efesios 1:13-14)

El hombre es sellado con el Espíritu Santo una vez a creído en la buena noticia de la salvación (El evangelio del Reino venidero) y éste espíritu es las arras, es decir, la garantía de que recibiremos la herencia de la redención. En otras palabras, el don del Espíritu nos asegura que recibiremos en el futuro la resurrección y la inmortalidad, junto con el reino venidero, cuando regrese Jesucristo.

porque las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de corrupción, en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y está en dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, esto es, la redención de nuestro cuerpo. (Romanos 8:21-23)

Tenemos el espíritu como un adelanto de la inmortalidad que recibiremos después, es decir, la adopción de Dios, la redención de nuestro cuerpo mortal revestido con vida eterna. Es curioso notar que toda la creación está sujeta a la servidumbre o esclavitud de la corrupción, hasta que éste magno evento ocurra, es decir, la restauración de todas las cosas, que será cuando venga el Cristo en gloria a reinar junto con sus hermanos sobre toda la creación; y las criaturas serán libradas de la corrupción. Por ahora tenemos ésta salvación como la esperanza mas bienaventurada y el tesoro mas grande que podemos tener en éste mundo malo:

Porque en esperanza somos salvos; mas la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve ¿por qué esperarlo aún? Mas si lo que no vemos esperamos, con paciencia lo esperamos. (Romanos 8:24-25)

Ahora estamos esperando éste evento que Dios ha anunciado por medio de los profetas y de su hijo, y ésta esperanza crea una fuerza interior que se opone a la corriente de este mundo de maldad, pero tenemos mucho mas que la esperanza. Tenemos la fe que sustenta dicha esperanza y la fe que sustenta dicha esperanza, es nuestra fuerza mayor, con la que podemos no solo oponernos sino también vencer la corriente de éste mundo.

Y asimismo también el Espíritu ayuda en nuestra flaqueza; porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8:26-27)

Éste maravilloso espíritu que nos da Dios, nos capacita para hacer su voluntad y hasta intercede por nosotros en nuestras debilidades.

Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. (Romanos 8:28-30)

Por el espíritu sabemos que tendremos la misma gloria que tiene nuestro hermano y Señor Jesús cuando él regrese. Y de hecho ya lo tenemos por fe. Ésta es la fe bíblica, la fe que vence al mundo. Es la certeza de que recibiremos el reino de Dios si perseveramos en la verdad. Aunque ahora no vemos que esto sea así, sabemos que será hecho porque Dios lo ha dicho. Y todo el universo fue hecho por la palabra de Dios:

Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía. (Hebreos 11:3)

Por esta misma fe los hombres antiguos alcanzaron buen testimonio:

Por fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. (Hebreos 11:4)

Abel no había visto los sacrificios que Dios instituyó y le enseñó a Adán y Eva, pero él les creyó y ofreció crías de sus ovejas o corderos, mientras que Caín inventó su propia ofrenda de frutos y cosechas y no creyó que la que había instituido Dios fuera la única. La fe de Abel fue demostrada por algo que hizo: una obra de fe.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que a Dios se acerca, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
(Hebreos 11:6)

Dios premia la fe, es galardonador de los que obran de acuerdo a la fe.

Por fe Noé, siendo advertido por Dios de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es por la fe. (Hebreos 11:7)

Noé escuchó y actuó de acuerdo a la fe y fue galardonado. Cuando aún no se veía lo que se le anunció, actuó creyendo que Dios no miente.

Por fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa: Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo artífice y hacedor es Dios. (Hebreos 11:8-10)

¿No fue justificado por las obras, Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? (Santiago 2:21)

¿No ves que la fe actuó con sus obras, y que la fe fue perfeccionada por las obras? (Santiago 2:22)

Abraham actuó de acuerdo a la fe y fue llamado padre de la fe, además esperaba la ciudad que viene del cielo, ¡Esperaba el Reino de Dios! La ciudad que vendrá del cielo cuando el Mesías instaure el reino de Dios en la tierra:

Y yo Juan vi la santa Ciudad, Jerusalén la nueva, que descendía del cielo, aderezada de Dios, como la esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos. Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas son pasadas. (Apocalipsis 21:2-4)

Aunque los antiguos murieron sin recibir la herencia, ellos vivieron una vida que demostró su fe:

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria. Que si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo para volverse. Pero ahora anhelaban una mejor patria, esto es, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les había preparado una ciudad.
(Hebreos 11:13-16)

También los apóstoles y los cristianos de nuestra era (después de Cristo) han muerto sin recibir la herencia, y posiblemente nosotros muramos sin recibirla. Pero como creyeron, Dios les preparó una ciudad, la nueva Jerusalén que viene del cielo en el Reino de Dios y también Dios les prometió la resurrección:

Por fe Abraham cuando fue probado, ofreció a Isaac, y él que había recibido las promesas, ofreció a su hijo unigénito, habiéndole sido dicho: En Isaac te será llamada simiente; pensando que aun de los muertos es Dios poderoso para levantar; de donde también le volvió a recibir por figura. (Hebreos 11:17-19)

Abraham creyó en la resurrección y recibió a Isaac “de entre los muertos” por figura; como si Dios lo hubiera resucitado, ya que Abraham lo sacrificó en su corazón y cuando ya lo iba a matar un ángel lo detuvo. Ésta fe llevó consigo la acción, y la acción demuestra que la fe es verdadera.

Mas sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)

Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego se olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1:23-25)

Dios demanda acciones de los creyentes, acciones que demuestren que realmente creen.

Tú crees que hay un Dios; bien haces; también los demonios creen y tiemblan. ¿Mas quieres saber, oh hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras, Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó con sus obras, y que la fe fue perfeccionada por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue imputado por justicia, y fue llamado: Amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. (Santiago 2:19-24)

¿De dónde viene la fe?

Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (YHWH).
(Romanos 10:17)

La palabra de Dios tiene el poder de hacer creer en lo que no se ve. Cuando Dios le advirtió a Noé sobre el diluvio, él le creyó y por esa fe que recibió, actuó obedientemente y recibió la justicia que es por las obras de la fe. Pero no solo actuó, sino también que habló de acuerdo a ella. Pedro nos dice que Noé fue un predicador de justicia:

si no perdonó al mundo viejo, mas guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de malvados. (2 Pedro 2:5)

Pues todo el que cree, no solo vive de acuerdo a su fe, sino que habla de acuerdo a ella, por eso dice Pablo:

Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Pues con el corazón, uno cree en justicia; y con la confesión de la boca se hace salvación. (Romanos 10:9-10)

Pues no basta creer en secreto que Jesús es el Mesías, hay que hablar de acuerdo a la fe y declararlo a otros, confesarlo delante de los hombres y obviamente creer que Dios lo resucitó y que así como lo resucitó a él, quienes crean y actúen de acuerdo a la fe, también serán resucitados en el día final y podrán participar del reino de Dios en la tierra.

La fe se demuestra con la caridad

Las escrituras muestran claramente que no basta con creer que Dios existe, es necesario practicar la caridad también. El apóstol Pablo lo expresa así:

Y si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo caridad, nada soy. (1 Corintios 13:2)

Así que la fe sin obras de caridad no es verdadera fe. Puesto que la caridad, que es el amor genuino por el prójimo, habla por nosotros. La fe y la esperanza dejarán de ser el día que venga el reino de Dios, porque lo que se hace realidad ya no se espera y lo que se ve ya no necesita de fe, pero la caridad siempre existirá, es decir, el amor por el prójimo siempre será hasta el final de este mundo y aún en el reino venidero:

La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
(1 Corintios 13:8-10)

También los dones del espíritu y la obra de santificación e iluminación que Dios está efectuando hoy en los creyentes dejará de ser cuando venga dicho reino glorioso, pues seremos hechos inmortales a la imagen de nuestro Señor Jesucristo y seremos hechos perfectos, cuando nuestros cuerpos mortales y corruptibles se revistan de total santidad e inmortalidad. Por esto ahora tenemos fe y esperanza, pero ellas se acabarán.

Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad. (1 Corintios 13:13)

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. (Santiago 2:24)

Contrario a lo que piensan y enseñan muchos predicadores, si hay obras por las que el hombre es justificado, estas son las obras de la fe, o podríamos llamarles también, las obras de la caridad o de el amor “ágape”. “Ágape” es la palabra griega que el autor de los Corintios usó en ésta ocasión y que los traductores de la versión Reina – Valera han vertido como “caridad”, que es realmente la mejor palabra para traducir dicha palabra. La mayoría de los predicadores modernos predican una salvación “sin obras”, pero no se percatan que el autor de Romanos hablaba de las obras que exige la ley Mosaica, y no las obras que exige la fe en Jesucristo, como estamos viendo. El mismo Jesucristo dijo a sus seguidores una vez:

No temáis, manada pequeña; porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en el cielo que no se agote; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
(Lucas 12:32-34)

Jesús les dice que den limosna y que no tengan tesoros en este mundo malo, sino que su tesoro esté reservado en el cielo, para cuando el Mesías vuelva de allí y le de a cada uno lo que merece, y establezca el reino en esta tierra. Por eso les continúa diciendo:

Vosotros, pues, también, estad apercibidos; porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá. (Lucas 12:40)

En todo este pasaje de Lucas, Jesús el Mesías nos invita a vivir una vida conscientes de la aparición gloriosa en su parousía y del consecuente reino de Dios. Y les insta a sus seguidores a estar atentos ante la incertidumbre del momento exacto en que esto se revelará.

La vasta profundidad de la regla de oro

Y llegándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el principal mandamiento de todos? Y Jesús le respondió: El principal mandamiento de todos es : Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu pensamiento, y de todas tus fuerzas: este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. (Marcos 12:28-31)

No basta con creer que hay un solo Dios y que es nuestro Padre, también hay que amarlo con todo, y amarlo mas que a todo. Él debe ser nuestra prioridad, pero el amor a nuestro Padre Celestial se demuestra con el amor hacia el prójimo, así como Jesús demostró su amor a Dios, dando su vida por los demás. Éste amor al prójimo podría resumirse así: Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti, y has a otros lo que quisieras que otros hicieran por ti. Esta es la ley de Dios y los profetas. Ésta es la profundidad de la regla de oro.

Conclusión

Hemos visto que la fe bíblica es un concepto que realmente abarca un significado muy amplio. Éste estudio nos sirve para reflexionar acerca de qué tipo de mensaje estamos creyendo y practicando actualmente en nuestra vida cristiana. ¿Estamos viviendo una vida que muestre obras y frutos de arrepentimiento y de fe? Todas las cartas apostólicas centran su discurso en la segunda venida de Jesucristo y advierten de muchas formas que debemos tomar consciencia y hacer obras dignas de los que dicen conocer a Dios y creer en su Cristo. El libro de Apocalipsis también nos sorprende con la advertencia profética que da a las iglesias de Asia. Las iglesias de hoy en día están llenas de falsos profetas que enseñan a los hombres a despreciar los mandamientos de Dios que nos fueron dados a través de Jesucristo y los apóstoles. Éstos falsos maestros viven de ofrendas y diezmos que los ingenuos les regalan, mientras muchos otros creyentes no tienen muchas veces ni una comida al día, ni techo, ni vestido. Los apóstoles en la iglesia primitiva nunca pidieron ni una sola moneda de los creyentes, sino que todo lo conseguían trabajando con sus propias manos en los oficios que sabían hacer. Ellos quisieron dejar éste ejemplo para que cada creyente viva de su propio trabajo. La única vez que pidieron una ofrenda fue para ayudar otras iglesias mucho mas necesitadas. Los supuestos pastores, apóstoles, maestros y presbíteros de hoy deberían seguir el ejemplo que nos dejaron los apóstoles en la antigüedad y enseñar la verdadera doctrina, dedicándose a hacer buenas obras de fe y caridad como enseña la Biblia.

Después de leer hasta este punto del presente estudio el lector podrá entender muy bien las palabras de Jesucristo y los apóstoles; sobretodo éste duro pasaje que casi nadie predica hoy en día:

Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿O sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles; porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui huésped, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.
(Mateo 25:31-46)

Para terminar, quiero dejarles una cita de el libro de gálatas, espero que le sirva al lector para que se arrepienta y cambie su forma de pensar y de vivir, ya que el reino de los cielos, o reino de Dios está cerca, muy cerca.

y cuando Jacobo, Cefas, y Juan, que parecían ser columnas, percibieron la gracia que me fue dada, nos dieron a mí y a Bernabé las diestras de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, lo cual también fui solícito en hacer. (Galatas 2:9-10).

¡Bendiciones para todos!

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CAMINO A LA MUERTE

(El Pentecostalismo carismático, ruta segura al Infierno)

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt.7:21).

La mayoría de los que profesan el cristianismo piensan que las iglesias se encuentran atiborradas de tanta gente a causa de la voluntad de Dios, y a este resultado le han llamado «avivamiento de los últimos días». Realmente, esto dista abismalmente de ser verdad. Los templos se llenan hasta reventar, no porque haya surgido un despertar nuevo de «avivamiento» de parte de Dios, sino por causa de un cristianismo muy atractivo y mercantil para el corazón humano que se inclina por las cosas del mundo. Aún para el cristiano verdadero, es una oferta tentadora a la que se debe de desistir por su trágica consecuencia, que podría ser fatalmente eterna. Se proclaman teologías que abren la curiosidad del hombre ya que en ellas se destilan formas profanas y no bíblicas para la búsqueda, principalmente, de los bienes y de las comodidades materiales, antes que la búsqueda espiritual de los designios divinos que se encuentran plasmados en las Escrituras y que dan bendita salvación.
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Los líderes que comandan las empresas eclesiales (como un negocio con fines de lucro, en este sentido), han influenciados deliberadamente a otros con el cuento de la doctrina de la prosperidad cuyo éxito estriba a la distorsión desmesurada de las Escrituras para el cúmulo de riquezas a expensas de los feligreses inconstantes e ignorantes que no advierten su perversidad. Los maestros y súper magos de la manipulación mental y de las emociones como Benny Hinn, Cash Luna, Morris Cerullo, K. Copelland, no tienen la menor decencia, ni vergüenza, ni clemencia, y predican con juicio y advertencia despótica contra los que no cumplan con algunas ordenanzas que pertenecieron a la pasada y caduca Ley mosaica; un ejemplo claro lo observamos en la exigencia del diezmo levítico. Obligan a los creyentes a diezmar sin importarles un grano de sal las necesidades financieras por las que estén pasando. Lo único que les importa es su dinero y no el bienestar del prójimo-gato. Con actitudes muy contrarias a la vida del Señor Jesucristo, que «no tenía en dónde recostar su cabeza», nacido en un humilde establo lleno de animales y en marcada pobreza, los maestros y hienas de la prosperidad material viven como lo hacen los reyes y príncipes de «la alta alcurnia, de la rancia nobleza y de la sangre azul», y mucho mejor que un gran número de artistas del séptimo arte sacados del industrial Hollywood.«El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo» deja en ellos mucho que desear (Jn.2:6). Quiero que se entienda que muchos buenos cristianos son prósperos (a causa de la Providencia Divina) ya que poseen empresas o negocios de éxito que les han costado gran esfuerzo y sudor de sus frentes, porque son profesionistas bien capacitados, talentosos obreros, porque han heredado tierras, dinero, o son parte de consorcios poderosos, etc. Todo, dentro de la regla genuina y legal. En cambio, los maestros y líderes de la prosperidad, se han hecho de riquezas bajo las normas de la mentira y del engaño. Enseñan a los creyentes ignorantes que Dios habrá de multiplicarles el dinero si son fieles en dar para la «obra divina»; dicha «obra» realmente viene a culminar o a concluir en los bolsillos de los estafadores y líderes espirituales, en sus cuentas bancarias, que se dan el gusto carnal de comprar lujosos autos, relojes carísimos, aviones para su transporte cómodo, grandes mansiones, trajes confeccionados con las mejores telas, dinero mal habido y utilizado para diversiones que los mismos ricos mundanos acostumbran y que no son aptas para los cristianos fieles al glorioso Dios del cielo.

De los maestros de la prosperidad se puede esperar todo menos honestidad y santidad. Son unos verdaderos hambrientos y rapaces licantrópos vestidos de ovejas, bestias con piel humana que disimulan su carácter protervo por el de siervos piadosos del Señor y que se han hecho ricos, como sabemos, a expensas del dinero robado a los creyentes sumisos y atolondrados que muchos son pobres y viven con grandes dificultad para poder solucionar los pagos de sus deudas que los acosan y que no esperan. Mientras ellos padecen de hambre y de gran necesidad, los falsos maestros se hartan de todo lo que les plazca hasta casi reventar como moscos chupasangres, sin preocuparse para nada por la vida de los creyentes que han engatusado con sus falsas y endemoniadas doctrinas del abismo. La fe que enseñan en sus congregaciones, no es la fe bíblica, la que espera Dios de nosotros (Heb.11:1). Es una fe manipuladora para adquirir lo que uno quiera. Es una fe descarada y perversa, llamada con certidumbre «Súper fe». La fe verdadera (Fe, pisitis en gr. Creer, pisteuein, también en gr.) es la que lleva al conocimiento santo, el que se encuentra en las Escrituras, del carácter santo de Dios, del diseño cosmológico real, para vencer las dificultades en el mundo aunque las cosas no salgan como uno espera, de la expiación del pecado a través del Hijo de Dios, de las promesas venideras que habrán de culminar en el futuro con la manifestación sublime del Reino Venidero que será regido por el mismo Señor Jesucristo en la Tierra renovada, muy contrariamente a la fe que predican estos insensatos y ambiciosos hombrecitos, que está centrada en los bienes materiales del mundo y en el «no sufrir la sana doctrina» (2 Tim. 4:3). El sufrir la sana doctrina, tiene relación con la sujeción a la ordenanza Escritural y a la comprensión de los propósitos de las tribulaciones que producen fortaleza y crecimiento espiritual en el cristiano. ¿No dice al respecto Pablo?: «Porque esta leve tribulación momentáneamente produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Co.4:17, 18). Por lo visto, en las iglesias de la doctrina de la «Súper fe», o de la prosperidad material, son ignorantes a la necesidad de padecer tribulaciones, ya que éstas producen, como dijo el ápostol Pablo, «un cada vez más excelente y eterno peso de gloria», es decir, que las tribulaciones en el creyente son bíblicamente indispensables porque de esa manera se podrá caminar contra la corriente del mundo que lo incita a ahogarse en su corrupto sistema. Sólo los que soporten las pruebas de las tribulaciones necesarias habrán de recibir la corona de vida, la que está preparada para los que aman al Señor con sinceridad y desinterés material (Stg.1:12). Por otro lado, Dios es puesto por los maestros del manipuleo emocional como un dadivoso muñeco de hilos poderoso al que se le puede controlar y pedir de manera muy demandante lo que el perverso e inicuo corazón exija a voluntad. La expiación del pecado, que es espiritual, se ha invertido por la expiación de la carne (Is.53:5). Los maestros de la prosperidad o de la «súper fe», dicen que Dios no desea vernos enfermos, y si Dios no lo quiere de esa manera, pergúntome, ¿por qué nos enfermamos? ¿Qué pasa entonces con su Soberanía Infinita? Para esto, debemos «declarar» sanidad siempre en nuestros cuerpos. El hombre se enferma y muere, independientemente que sea converso o no, por causa del pecado edénico. El ser cristianos, no nos libra de la muerte física, ni de las enfermedades muchas veces fatales como el cáncer, que quede claro el asunto. Aún después de la conversión a Cristo, la muerte, por consecuencia del pecado, apagará un día la luz que da vida a nuestros cuerpos mortales; incluso, somos propensos a tener muertes trágicas y sucesos indeseables y dolorosos, mientras estemos viviendo en el mundo de maldad, a pesar de ser hijos de Dios («En el mundo tendréis aflicción. . . », recuérdenlo). El «declarar por fe» para sanidad, o para un logro material, ni siquiera es bíblico, porque rompe por entero con el concepto de «Soberanía Divina» y con el significado cierto de «voluntad irresistible» (Ver en Ro.9:20). El hombre se hace «dios», y Dios pasa a ser un alcahuete y pasivo mono cumplidor de vanidades. Quien «declara» para obtener algo, se hace autoritario sobre lo que dice, y obliga a Dios a que cumpla lo solicitado. Yo le llamo arrogante y estúpida ignorancia a esto, hermanos y amigos míos. La fe de los insolentes y falsos maestros de la prosperidad, es una fe que reúne características idénticas con las declaraciones que los brujos chamanes realizan. Los chamanes, siendo todos unos hechiceros para invocar espíritus, sanar y adivinar diabólicamente, declaran a grito abierto, en un lenguaje inconocible, maldiciones y deseos para que sean materializados bajo el dominio de un éxtasis desenfrenado e infernal. Las lenguas y temblores que son vistos en los grupos pentecostalistas, van a la par con las manifestaciones extáticas de los hechiceros.

Los chamanes hechiceros visualizan cualquier anhelo en la mente y declaran que ese anhelo será hecho realidad. A esta forma satánica del ocultismo se le llama «Mente sobre Materia», practicada también por las cabezas y adeptos de la Nueva Era, y es promocionada bajo el auspicio de los líderes neopentecostalistas carismáticos, con olímpica indecencia, como Benny Hinn, el charlatán Cash Luna de Guatemala, César Castellanos del G12, de Colombia, entre otros muchos más. Todo es color de rosa para los líderes amantes de semejantes e insanas formas ocultas, y también para los reclutados engañados de sus congregaciones. Otra, para variarle, músicos como Marcos Witt (ecumenista súper carismático busca fama, amigo conciliado de los romanistas católicos y de los inmundos del espectáculo seglar) se pasea por los rincones de la farándula que aman los inconversos dando premios musicales a quienes están en una posición de condenación por ser amigos del mundo, y uno se pregunta ¿en qué clase de Cristo es en el qué ha creído Witt? Obviamente, por lo que vemos, no es el bíblico. Aún así, sus fanáticos creyentes se hacen los «desapercibidos», los de «la vista gorda» cómo si nada importante hubiese pasado, y en vez de considerar de mala gana sus atroces actitudes inconversas, lo siguen alabándolo cómo si se tratara del mismo Dios del cielo al que no hay que refutarle nada por ser perfecto, justo y santo. Parte del variado espectáculo pentecostalista carismático hermanos y amigos míos. Fernando Sosa, es otro inmundo e ímpio hombre de la «misma especie de invertebrados» (escolopendras) que ha puesto el nombre de Dios y de Cristo en el subsuelo y en el estercolero. Con espectáculos casi idénticos a los del hipnostista Taurus do Brasil, sumerge a las personas en un trance psicológico profundo que provoca las más bizarras y animalescas manifestaciones corporales y emotivas, que solamente se pueden ver en personas con brotes agudos psicóticos. La mal llamada «Risa Santa», promocionada por el reverendo adalid del Infierno e hijo de Satanás Rodney Howrd Browne, llamado con absurda frialdad y desfachatez «el Cantinero de Dios» (¡háganme el favor hermanos!), cuyos cultos no difieren en nada a los del «show man» Fernando Sosa (Fernando es discípulo del dislocado espiritual de Rodney). Es sabido de personas que han terminado con serios disturbios mentales y que han rayado en la locura a causa de esta forma cruel de manipuleo psíquico, en el que Dios queda excluido por la naturaleza antibíblica del procedimiento y de resultados sombríos. En una serie de artículos que pude yo leer con respecto a la «Risa Santa», en uno de ellos se comentaba que en los cultos distorsionados de Fernando Sosa, aparte de dinero que se cobraba por la entrada, se vendían cintas magnetofonícas, camisetas con caricaturas de personas «embriagadas con el vino espiritual»; también se llevaban a cabo colectas públicas de dinero: un negocio redondo lucrativo, en el sentido estricto de la palabra.

El Señor Jesucristo profetizó en el Monte de los Olivos, que en los últimos tiempos surgirían en el mundo falsos maestros y falso Cristos, que hablarían mentiras doctrinales, y que si era posible, aún los escogidos serian engañados por ellos (Mt.24; Lc.21; Mr.13). Pablo vaticina que algunos apostatarían de la fe, al escuchar espíritus de engaño y doctrinas demoníacas (1 Tim 4:1), y cuando habla de apostatar, no se refiere a seguidores de religiones mundanas, sino a los mismos cristianos que habían de caer en las garras de heretismo como pasa hoy día en la mayoría de las iglesias a causa de la influencia de hombres perversos y profanos como los que antes mencionamos (y se quedó chica la lista) en el presente artículo y que arrastraran a muchos a la eterna condenación. Cristo nos advirtió, primeramente, del engaño religioso que se manifestaría universalmente, antes de darle importancia inicial a los eventos cosmológicos que anunciaba como señales su pronto regreso al mundo por segunda ocasión. Desgraciadamente, el orden se ha invertido, y miles y miles por estar pendientes de las señales secundarias, se han olvidado de analizar primeramente, con buen discernimiento bíblico, la farsa doctrinal que los ha enredado losmantieien en una complacencia pseudoespiritual. Es por eso que no entienden, y es por eso que nos atacan sin saber, porque han creído que están en lo correcto por la genial mentira de Satanás. Sabe Dios, que nuestros corazones se entristecen ante la realidad de conocer que muchos se perderán y que pocos habrán de salvarse:

«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entrarán por ella; porque ancha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt.7:13, 14).

Dios les bendiga siempre, mis hermanos y amigos que nos visitan.

DOCTRINAS TORCIDAS

Por Mario Escobar
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John Stott en su libro “El Cristianismo Contemporáneo” afirma que el Espíritu Santo es el gran protagonista del libro de los Hechos y, por extensión de toda la historia de la Iglesia. Pentecostés siempre ha formado parte inequívoca del momento fundacional de la fe cristiana. Pentecostales, en cierto modo, los somos todos.
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La base común de Pentecostalismo, carismátismo y neocarismatismo es el énfasis que ponen estos tres movimientos en la persona del Espíritu Santo. Las diferencias entre los tres movimientos son numerosas. El pentecostalismo surge, como ya hemos apuntado en otros capítulos, del movimiento de santidad y sanidad de finales del Siglo XIX. Para los pentecostales, los dones y las sanidades milagrosas son parte esencial de la predicación del Evangelio y la edificación de la Iglesia.
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Doctrinalmente el pentecostalismo comparte la declaración de fe de cualquier iglesia evangélica. Los pentecostales forman un movimiento del que participan varias denominaciones (Asambleas de Dios, Biblia Abierta, Iglesia Apostólica Pentecostal, etc.). Al formar parte de un movimiento, su forma cúltica, el gobierno de la iglesia y estructura denominacional varían considerablemente. El pentecostalismo es heredero de los pioneros pentecostales del siglo XIX, pero ya en los primeros momentos de su historia se produjeron discrepancias internas relacionadas con la forma de entender la expresión pública de los dones, la alabanza o el uso de las lenguas espirituales. Tal vez, la primera discrepancia del movimiento pentecostal surgió entre Charles Fox Parham, responsable del avivamiento de Topeka (Kansas), y William J. Seymour, pastor de la calle Azusa (California), cuando el primero cuestionaba la forma exaltada de las reuniones que se celebraban en la iglesia del segundo. Los dos eran pentecostales, pero no compartían la forma y orden que debía de tener el culto.
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Fuera del movimiento pentecostal surgieron individuos, iglesias y, en algunos casos denominaciones, que aceptaron la mayor parte de las creencias y formas de las iglesias pentecostales, pero que no se integraron dentro de las denominaciones clásicas del pentecostalismo, conservando algunos de los rasgos de su denominación originaria. El caso más notable es el de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, surgida a principios del siglo XX de la Iglesia Metodista. Aunque el nombre de esta denominación sea pentecostal, realmente constituye un movimiento carismático dentro del metodismo. Junto al carismátismo de corte evangélico, surgió un carismátismo de origen católico, nacido en Estados Unidos en el año 1967 entre un grupo de estudiantes y en la actualidad aglutina a más de 100 millones de católicos.
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Las diferencias entre pentecostales clásicos y carismáticos es evidente.
Los pentecostales clásicos crearon sus propias denominaciones marcando, dentro de la diversidad, unos cánones básicos de culto y doctrina; los carismáticos por el contrario, son grupos que nacen dentro de denominaciones o iglesias ya establecidas, que incorporan las doctrinas pentecostales referidas al Espíritu Santo, pero sin renunciar a su propia tradición y singularidad.
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¿Qué son los grupos neocarismáticos?
Estos grupos, surgidos en los años ochenta y noventa del siglo XX, forman un movimiento en sí mismos. Su énfasis ya no es tanto la evangelización, la Biblia y la renovación, como la sanidad emocional, las manifestaciones espirituales y las expresiones externas de espiritualidad. Este énfasis en las manifestaciones externas les lleva, en algunos casos, a aparcar los estudios de la Biblia o realizar estos de una manera meramente devocional. Algunos grupos carismáticos hacen especial énfasis en la prosperidad económica de los creyentes, relacionan la enfermedad con el pecado y tienden a ser más propicios al ecumenismo, ya que no se consideran dogmáticos.
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Los tres movimientos comprenden numerosas denominaciones y están integrados como corriente en la mayoría de las iglesias cristianas. Generalizar sus prácticas, formas, doctrinas o peculiaridades, sería injusto, ya que cada uno de ellos responde a una tradición, énfasis y visión del evangelio distinta.

LA CLASE DE SIMON EL MAGO EN LA ACTUALIDAD

Por Ing° Mario A Olcese

Leamos Hechos 8:9-24:

“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí”.

En estos versículos de Hechos nos enfrentamos a dos clases de “sanadores” que de igual forma lograron cautivar a sus oyentes con sus obras milagrosas. Por un lado tenemos a un agente de Satanás, a un tal Simón el Mago, que tenía embelesado al pueblo de Samaria, haciéndose pasar por un grande, por alguien importante, o por un elegido de la divinidad. Este se presentaba como alguien que estaba por encima de sus oyentes, y que era la misma encarnación del gran poder de Dios. Y aunque no se precisa lo que éste hacía, es probable que imitara los milagros registrados en los evangelios. Y por otro lado tenemos a Pedro y Juan, quienes, como apóstoles de Jesucristo, hacían milagros y señales por el Espíritu Santo que moraba en ellos.

Simón el Mago se quedó impresionado por el poder de los apóstoles de impartir el Espíritu Santo que daba poder para hacer cosas extraordinarias. Su mente carnal lo llevó a pensar que de Dios se podía obtener cualquier don por dinero. El creía que a Dios se le podía comprar con dinero, y que se podía obtener sus favores con el oro o la plata. Una mentalidad totalmente carnal y diabólica que es característica de los falsos ministros que pretenden canalizar de favores o milagros de Dios con el desembolso de grandes sumas de dinero.

Aquí vemos que a diferencia de Simón el Mago, los apóstoles impartían el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos, y sin exigir nada de dinero a cambio. Sus prédicas estaban exentas de avaricia y de exigencias de dinero. Un contraste muy claro con el de Simón el Mago, que todo lo veía dinero, y con las de los predicadores del evangelio de la prosperidad, quienes suelen pedir dinero a su espectadores antes de que Dios pueda escuchar sus oraciones o peticiones por sanidad.

Sin duda, tanto Simón el Mago, como los apóstoles, despertaban la admiración de sus audiencias, y se nos dice que la audiencia de Simón el Mago vivía por largo tiempo engañada por este milagrero fraudulento que ejercía sus artes mágicas en Samaria. Entre su audiencia había gente “grande” tanto en edad como en estatus social. El tenía cautivado a todo un pueblo con sus poderes mágicos. Seguramente era un hipnotista, un sanador psíquico, alguien que levitaba, caminaba sobre las aguas, y cosas por el estilo.

Y seguramente Pedro evocó a este tipo de personas cuando dijo:
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2:1-3).

Sin duda alguna, el corazón de este tipo de gente no es recto delante de Dios, y es una maldad que estos sátrapas sigan procediendo de esa manera, engañando a los incautos con poderes que no vienen de lo alto, sino de lo más bajo. Y también estos son los grandes responsables de que el camino de la verdad sea blasfemado debido a su repugnante avaricia. Estas personas que usan la Palabra de Dios y los supuestos dones celestiales para enriquecerse, haciendo de sus seguidores una mercancía, serán severamente castigadas por Dios. Su condenación ciertamente no se tarda y su perdición no se duerme.

EL PARADERO AL FINAL DE LA VIDA

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Muchos cristianos suponen que si son fieles al Señor partirán al cielo para vivir por la eternidad con Dios y Su Hijo rodeados de un coro angelical. Sin embargo, lo que estas personas ignoran es que Dios ha prometido a los fieles un destino muy terrenal o “mundano” pero con características muy distintivas e ideales.

Usted sólo deberá comparar un versículo del Antiguo Testamento y otro del Nuevo Testamento para descubrir cuál será su premio por ser un hijo de Dios. Veamos el primero:

Génesis 13:15: “Porque toda la TIERRA que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.

Ahora veamos el segundo:

Gálatas 3:29: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendencia de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

Así que si usted es de Cristo, entonces usted es descendiente de Abraham, y un heredero de la TIERRA prometida para siempre. ¿Puede el asunto ser más claro y simple?, seguramente. Entonces le pregunto, ¿por qué sigue usted esperando heredar las moradas celestiales? ¡¡¡Baje de su nube y regrese a la tierra!!!

PAPADO DEPRAVADO: ALEJANDRO SEXTO (SEXO)

Los Borgia fueron célebres por su crueldad, por su sed de poder y por haber sido los mecenas de grandes artistas como Tiziano, Miguel Angel o el Bosco.

Si hubo una familia poderosa en la Italia renacentista, ésta fue la de los Borgia. De origen español (el apellido en verdad era Borja, proveniente de Valencia o de Aragón, según distintas versiones), los Borgia fueron célebres por su crueldad, por su sed de poder y por haber sido los mecenas de grandes artistas como Tiziano, Miguel Angel o el Bosco. También contaron, por qué no, con dos Papas en su haber. Uno de ellos fue Alejandro VI. Nacido en Játiva, España, se llamaba en verdad Rodrigo Borgia (1431-1503), fue un político con sotana más que un clérigo consagrado a Dios y, de forma casi unánime, ha sido considerado como el Papa más corrupto en la larga historia de la iglesia católica.

Ya se sabe que los Papas, que los sacerdotes en general, no necesariamente cumplen con lo que predican; en el caso de Alejandro VI la doble moral fue, no obstante, flagrante. Su tío Alfonso había sido nombrado Papa en 1455, bajo el nombre de Calixto II. Nada casualmente fue durante este mismo papado que el sobrino logró ser cardenal con apenas 25 años de edad. Alfonso Borgia (o sea, Calixto II) duró muy poco al frente del Vaticano, apenas tres años, y fue sucedido por Inocencio VIII. Entre tanto Rodrigo regresó a su España natal, fue nombrado obispo de Barcelona, luego arzobispo de Valencia y, para matar el tiempo, se puso a engendrar hijos pese a sus votos de castidad. De madre desconocida nacieron Girolama, Isabel y Pedro Luis. Con una muchacha llamada Vanozza Cattanei –que era, parece, hija de una antigua amante suya– tuvo cuatro más: tres varones (Juan, César y Jofre) y una mujer llamada Lucrecia. De esta última se ha dicho que mantenía relaciones incestuosas con sus hermanos y también con su padre, el futuro Papa.

Rodrigo Borgia se convirtió en Alejandro VI en agosto de 1492 mediante la compra de muchos votos cardenalicios, más de los que podían comprar sus rivales de entonces: Ascanio Sforza y Giuliano della Rovere. Lejos de ocultar a sus hijos o a sus amantes, el nuevo Papa de inmediato se mostró dichoso de exhibirlos en público. No tardó en estrenar una nueva concubina llamada Giulia Farnese y apodada –parece que con suma justicia—“Giulia la Bella”. También se valió de su poder con objeto de conseguir las más convenientes alianzas matrimoniales para sus herederos: Jofre se casó con una nieta del rey de Nápoles; Juan se convirtió en Duque; Lucrecia se casó primero con el Señor de Pesaro, más tarde con el Duque de Bisceglie y por último con el Príncipe de Ferrara.

La historia afirma que Alejandro VI tuvo otros dos hijos con una tercera mujer más o menos estable: Julia Farnesio, elegida para ocuparse del lado más humano del Papa nada menos que por Vanozza, la primera amante oficial. Promediando el papado de Rodrigo Borgia, su hijo Luis apareció ahogado en el río Tíber. Muchos murmuraron que Luis había sido asesinado por su hermano César, el mismo que primero fue en cardenal, después renunció a ello para dominar todo el norte de Italia y terminó convertido en el favorito de Nicolás Machiavelo, quien escribió su famoso libro “El príncipe” tomándolo como modelo.

Al margen de sus actividades principales (los excesos y las conspiraciones), el Papa de los Borgia tuvo tiempo de intervenir en el conflicto entre Castilla y Portugal por la repartición de las tierras del Nuevo Mundo: las llamadas “Bulas alejandrinas” fueron el antecente directo al famoso Tratado de Tordesillas.

Los Borgia pasaban de rivalizar a entablar alianzas con otras familias influyentes de su época como los Orsini. los Sforza o los mismísimos Farnesio. Fruto de esto eran expertos en intrigas palaciegas, en negocios turbios y envenenamientos. A tal punto que cuando Alejandro VI murió algo repentinamente (el 18 de agosto de 1503) las malas lenguas dijeron que, en realidad, era consecuencia del error de un criado que le había servido al Papa una copa de vino con veneno destinada a otro comensal.

El sucesor de Alejandro VI, un tal Franceso Todeschini-Piccolomini, asumió bajo el nombre de Pío III. Una de las primeras acciones del nuevo Papa fue condenar la gestión de su antecesor.